lunes, mayo 28, 2007

Trasladarse en un país estancado






Trasladarse en Argentina pasó a ser un desafío mayor: cortes de fronteras, calles en pésimo estado, rutas peligrosas, impuntualidad en servicios terrestres y aéreos, pasos internacionales complicados, trenes en mal estado… y la lista continúa.

El tránsito urbano se complica en casi todas sus ciudades. Trasladarse y estacionar, sugieren un alto grado de stress que varía según la zona y el conductor. El estado de las calles, arterias y rutas abre un abanico importante de discusiones. El acceso a la capital es sumamente engorroso, como así también lo es el viaje en ómnibus por cualquier ruta del país, donde la señalización, los piquetes, y la falta de prevención debido a las condiciones climáticas particulares de cada zona, pueden jugarnos una muy mala pasada.

El grado de desinformación de las terminales de ómnibus también perjudica a los usuarios. Hay días claves donde caminar con un bolsito de mano por la Terminal de Retiro se vuelve una verdadera odisea, sin conocer el verdadero andén, sin poder oír los parlantes y sin poder encontrar a alguien que nos ayude. En el caso de las terminales del interior, puede pasar exactamente lo contrario, están tan vacías que ni siquiera hay gente del otro lado del mostrador ni carteles indicativos de horarios de salidas y llegadas.

Puntualizando la capital y las grandes urbes, podemos encontrar nuestros incidentes ferroviarios de cada día. Subtes y trenes que brindan servicios fácilmente cuestionables y que en muchos trayectos funcionan del mismo modo y con los mismos recursos que hace diez años atrás.

El tránsito aéreo merece un capítulo aparte por varias cuestiones: huelgas permanentes, radares inexistentes o inoperables, naves de mantenimiento dudoso. A diario nos bombardean con noticias relacionadas a tal o cual gremio aeronáutico que decidió no trabajar ese día. Honestamente admito que ya perdí la cuenta, entre quienes operan en pista, los maleteros, los pilotos, los empleados de mostrador, los controladores de Fuerza Aérea, la policía aeronáutica, las azafatas de pollera corta o los perros del operativo antidrogas. Todos los días leo, oigo o veo alguna noticia relacionada al tema, que por supuesto acaba con quejas dobles: los que por alguna razón deciden no continuar operando y los que tienen su pasaje en mano y están varados esperando respuestas.

Más allá de la ironía que se intenta demostrar, en todos los casos, la seguridad es un tema fundamental, así como también los derechos de los usuarios que a pesar de pagar por un servicio, deben rezar llegar a salvo y a horario… ah! y al destino que decidieron ir! Si! Porque en algunos casos, se paga un precio mayor por un “destino elite” como San Martín de los Andes y a la mitad del vuelo, el piloto anuncia el aterrizaje en San Carlos de Bariloche. El traslado terrestre de una ciudad a otra corre por cuenta del pasajero. Y las respuestas son de lo más variadas, eso si, cuando las hay…Y para los que se preguntan, esto pasa hace muchos años.

En cuanto a los peatones y ciclistas, muy poco es lo que se respeta y muy poco es lo que se hace para crear espacios exclusivos. Ambos hacen malabares para acceder y manejarse en espacios peligrosamente reducidos. Pero también, al contrario de lo que se suele asumir, la educación vial no es sólo para los automovilistas. Muchos peatones cruzan en cualquier lado y miran mal a quienes están sentados frente al avolante, sin percatarse de que existen lugares designados para hacerlo.

¿Qué pasa con la movilidad en este país? ¿Por qué cuesta tanto avanzar? ¿Qué es lo que verdaderamente nos detiene o nos obstaculiza el paso? Mi conclusión es muy vaga, pero no dejo de pensar que todo esto es reflejo de un cambio social atorado, una necesidad mutilada, una decisión de andar pero con la inseguridad, el desinterés y la desinformación a cuestas…