miércoles, agosto 22, 2007

Aureola




Disfruto del hallazgo de lo perfecto en lo imperfecto y viceversa, como las arrugas que rodean los ojos que se afinan por las carcajadas espontáneas del alboroto de una risa.
Como lo artesanal frente a la producción en serie, como la inspiración que proviene del dolor,
como el sueño profundo que surge del agotamiento o como ese ingrediente efímero que brota en todos los momentos cruciales.
Como la reconciliación después de la discusión, como la lluvia intensa cuando no hay que salir de casa, como la música vibrante de una palabra impronunciable o como la aureola que parece arruinarlo todo para luego develar la belleza que yace en la conjunción inesperada.


sábado, agosto 11, 2007

Maricona selectiva




Rotular hábitos suele ser divertido, sobre todo cuando no existen descripciones específicas en la lengua castellana que puedan encerrar determinados conceptos. Seinfeld es un ejemplo notable de ello. Tal es así que en Estados Unidos actualmente se utilizan los conceptos que han sido mencionados en la serie.

Anoche rescaté una noción que pronunció una amiga mía. Éramos tres y decidimos juntarnos a cenar. Una de mis amigas es bastante especial para las comidas, entonces comenzamos a nombrar conocidos y familiares con caprichos culinarios similares.
“Que come milanesa porque disfraza la carne pero después no puede comer un bife”, “Que no come milanesa de pollo pero si el pollo asado” “Que el tomate común es horrible pero el cherry es espectacular”
Entonces una de mis amigas dijo: “Ah pero entonces son todas unas mariconas selectivas
Confieso… soy una maricona selectiva para comer polenta….

jueves, agosto 09, 2007

¿Testigos esenciales de lo efímero?


En una de esas películas románticas de noches estrelladas, bailes interminables, infaltables lágrimas y final feliz, se da lugar a una conversación interesante. Un hombre le pregunta a una mujer: “¿Por qué creés que se casa la gente?”

La mujer responde: “Porque todos necesitamos un testigo de nuestras vidas, alguien que nos vea todos los días y nos registre, y que haga que nuestro paso por aquí sea trascendente de algún modo, justamente alguien que atestigüe nuestra existencia”

Me quedó rondando la idea… que más allá del amor (que no es poco), del hecho de querer compartir, de planificar una vida juntos, del compañerismo y de las cosas que se puedan o no tener en común, tiene algo de ese misterio que todos llevamos dentro y que en algún punto se relaciona con la angustia que generan los cuestionamientos elementales propios del ser humano. Hay un ingrediente que traspasa el hecho de amar, que no es poco ya lo he dicho, y que nos conduce al hecho de vivir.

Ese hecho tan increíble y al mismo tiempo fugaz se siente por momentos como un vacío que nos lleva a reflexionar sobre la oportunidad de haber estado, transitado, respirado, y no haber dejado nada, con la salvedad de lo que otros hayan podido legitimar.
Si bien estamos rodeados de una diversidad inmensa de testigos, el rol de la pareja es el más íntimo, el que tal vez nos encuentre, nos reconozca y nos comprenda en la atmósfera más propia y esencial.

Mi amigo sociólogo seguramente podrá indicarme muchas teorías y realidades por las cuales el hombre no vive solo, y tal vez también podrá explicarme con más precisión por qué la gente se casa, pero yo quisiera saber qué opinan de esta idea, y cuál es la historia que ustedes pueden contar. A nivel subjetivo, decir por qué se casan, o se casaron o por qué creen que se casa la gente. ¿Mandato social? ¿Mandato divino? ¿Mandato natural que asegure la especie? ¿Miedo a la soledad? ¿Amor y nada más que amor? ¿Impulso pasional? ¿Aburrimiento y rutina que buscan refrescar una relación? Quisiera leerlos.

miércoles, agosto 01, 2007

Toda la eternidad en un grano de pimienta


Haber mordido ese grano de pimienta negra, hizo que la abstracción se apodere de mi por completo. Me fui de la conversación ausentándome sin permiso. Lo que comenzó como un malestar bucal, terminó conduciéndome a una hermosa sensación de bienestar.

No me importaba la opinión de nadie sobre ningún tema en particular. Estaba centrada en mi misma como nunca antes lo había estado en presencia de varias personas. Mi costumbre siempre tendió a basarse en la aprobación de una segunda, tercera y hasta décima persona. Si uno reflexiona sobre aquello, verá que en menor o mayor medida, ante muchas o pocas personas, siempre se aguarda la señal de un otro que colabora en afirmar el espacio propio, una especie de retroalimentación que puede coincidir o no con lo que uno expresa.

Pero ese grano de pimienta fue mágico. Creo que guardaba en su centro alguna fuerza imperante que no dejó espacio para una segunda opinión. Ni mis amigos ni mis familiares lograrían sacarme de aquella alineación estelar que se resumía en mí sin replanteos. Fue una sensación maravillosa que duró apenas unos minutos, pero que logró atravesarme enérgicamente dejando una huella que aun hoy persiste. Asumo, con ignorancia, que debe ser como ejercer la meditación, reencontrándose en cada intento de hallarse y buscando el propio centro en cada ejercicio.

Fue como reencontrarme con mi pasado, mi futuro y mi presente al mismo tiempo y hacer las paces con todo aquello. Inexplicablemente me sentí atemporal, sin las cargas de viejas lágrimas ni el desequilibrio de sonrisas exageradas. Estuve en paz apenas unos minutos, pero fue tan fuerte la sensación, que la recuerdo nítidamente. Y mientras me empeño en continuar consumiendo granos de pimienta con la plena conciencia de la posibilidad de revivir lo sucedido, no logro retornar a esa conciliación que me colmó de seguridad apenas por unos minutos, ¿o fue para toda la eternidad?