sábado, octubre 28, 2006

La Cotidianeidad nuestra de cada día II



ESA ODIOSA COSTUMBRE DE HABLAR DEL CLIMA

Cuando apenas nos encontramos con alguien (conocido o desconocido), casi siempre hacemos un comentario sobre las condiciones climáticas. Parece ser una costumbre argentinísima o barilochísima. No sé si en otros lugares la gente se saluda e inmediatamente después comenta: “¡Qué viento!”, “El pronóstico es alentador”, “Mañana llueve”, “¿Tenés idea de cuando va a salir el sol?”.

A veces nos salimos osadamente de la raya y profundizamos con un “¿Viste lo que pasó en Turquía?” o “Ayer tuve una entrevista de trabajo y me fue bastante bien”.

No sé a qué atribuirlo. Supongo que lo primero que uno dice se relaciona directamente con el entorno, con ese contexto común en el que se ven inmersos los actores que conversan amenamente sobre las nubes que vienen o van. Pero teniendo tantas cosas de las cuales charlar, siempre terminamos haciendo un comentario sobre aquello que se nos aparece casi como una obligación.

Muchas veces sucede que inmediatamente después de haber comentado algo sobre la humedad o la temperatura, el silencio se apodera de la conversación y ya no se sabe qué decir… ah si, quizás se recae nuevamente en el inevitable estiramiento del tópico, haciendo alusión y ejerciendo futurismo: “Tal vea mañana mejore”.

Quizás deberíamos admitir tristemente, que no sabemos expresar nada más allá del clima, o probablemente en muchos casos, necesitemos comentar lo trivial, rindiéndonos ante la idea de que es el preludio obligado para comenzar a hilar palabras con nuestro interlocutor.

martes, octubre 24, 2006

Aprendiendo sobre mis raíces con el diario dominical

Encontrarme con esté artículo en la sección CULTURA de LA NACIÓN del último domingo, fue como adentrarme en un mundo propio y al mismo tiempo mediático, lleno de significados, de orgullo y de curiosidad. A continuación les dejo un extracto...
Ah, y les aclaro, que soy descendiente de este tal Savva Mamontov... si, efectivamente, soy Kira Mamontova, más Euphoria que nunca!


FABRICANTE DE SUEÑOS

Palabra cumplida. Para explicar la trayectoria de este fabricante de genios, conviene remontarse a dos años antes de su nacimiento, a 1870, cuando Savva Mamontov, un noble riquísimo, mecenas de las artes, compró una casa de campo en los alrededores de Moscú, Abramtsevo (donde había vivido Gogol), e instaló en ella -influido por los principios del inglés William Morris y su movimiento Arts & Crafts- una fábrica de cerámica artística. Mamontov se rodeó de diseñadores, escultores y pintores, a los que mantenía y estimulaba con generosidad e imaginación. Amaba el teatro y tenía, en su mansión moscovita y en Abramtsevo, pequeñas salas privadas donde se presentaron las primeras escenografías inspiradas en el folklore eslavo, con su particular estilo "ilustración de cuento de hadas": coloridas, minuciosamente detalladas en clave fantástica, sin duda derivadas de los íconos bizantinos (origen de la pintura rusa) y de las imágenes populares con que los juglares trashumantes hacían entender sus leyendas a los campesinos analfabetos, en Rusia como en el resto de Europa. Las primeras pinturas de Kandinsky o las características cajitas esmaltadas en negro con delicadas figuras legendarias, en venta aún hoy, hablan ese mismo lenguaje, entre rústico y refinado, de la imaginería eslava. A ella debe sumarse también el aporte de los escitas nómadas y el del Asia Menor, desde las bestias fabulosas venidas de los santuarios de Siria hasta las miniaturas persas, cosechadas en el Camino de la Seda a través de ciudades cuyos nombres resuenan en Occidente con ecos de Las mil y una noches : Samarcanda, Basora, Ispahan

Toda este portentoso cargamento iconográfico, de una riqueza ornamental inigualada, se volcó en las escenografías creadas para los teatros de Mamontov, de cuyos talleres surgió, tras una primera etapa estrictamente privada, la segunda generación de los grandes escenógrafos que deslumbrarían a Occidente: Bilibin (1876-1928), Korovin (1861-1939), Golovin (1863-1930), Natacha Gontcharova (1881-1962; descendiente del poeta Pushkin), Larionov (nacido en 1881) y el acaso más famoso, León Bakst (1866-1924). Todos ellos y el gran Alexander Benois (1870-1961) acompañarían a Diaghilev en su asedio y toma de París, a partir de 1906.

Examen de una estrategia

Del examen de la carrera de Diaghilev nace, en principio, la hipótesis de una estrategia muy hábilmente concebida. Tal vez no haya sido así, pero los hechos parecerían probarlo. Su primer movimiento fue acercarse a la galaxia Mamontov -quien en 1898 había llevado su troupe a San Petersburgo- e integrarse a ella. En 1904 fundó la revista Mundo del Arte , órgano de la asociación artística del mismo nombre, y promovió la aparición de otras ( Apolo , El Vellocino de Oro ) en las que colaboraron los más importantes creadores en múltiples disciplinas. Ya en 1897, Serguei (conservaba todavía el nombre eslavo, que más tarde simplificaría en el Serge francés) había llamado la atención en San Petersburgo al organizar una exposición de acuarelas inglesas. Al año siguiente fue el turno del arte escandinavo, con idéntica repercusión. Y en 1905 llegó por fin la de arte ruso, en el espléndido palacio de Táurida: allí estaban todos, los orfebres de las estepas, las alfombras del Turquestán, los vidrios pintados por artesanos populares, los bocetos de los escenógrafos, los grandes pintores con el tradicional Repin y el moderno Serov a la cabeza. Y puesto que los decoradores de teatro eran también dibujantes, grabadores y pintores calificados, lo que ellos expusieron es, desde una mirada actual, la simiente del arte de vanguardia, tal como florecería inmediatamente después de la revolución de 1917 y que el estalinismo haría abortar.

lunes, octubre 09, 2006

Concepto VIP

Siempre me intrigó eso de los sectores VIP, esos espacios en donde solo se les permite la entrada a ciertas personas. La sigla VIP deriva del inglés; curiosa o causalmente; “Very Important People”, que significa ni más ni menos que "gente o personas muy importantes". Curioso, como todo aquello que se piensa más de cinco minutos.

Personas trascendentales, personas con poder, personas con plata, semidioses resplandecientes y despampanantes divas. Todos ellos son considerados importantes. Antes de generar cualquier duda, aclaro que no tengo nada en contra de separar el arribo de los famosos a un aeropuerto o en un restaurante a fines de que se sientan contenidos en un ámbito íntimo sin las invasiones molestas de los fans. Lo que aquí cuestiono es el calificativo de esos espacios.

Además, hoy más que nunca, hay ciertas personas que requieren un espacio seguro ya sea por el trabajo que ejercen, las ideas que defienden o los grupos que representan. Es fundamental que se resguarde y se respete tanto el propio bienestar como el del prójimo, pero no por eso debemos considerarlos “personas muy importantes”, seres intocables que legitiman la idea de que hay otras personas no tan importantes… ¿o será un simple mal entendido?.

PERSONA es una categoría en la que entramos todos los seres humanos, no hay diferencias, así lo estudiamos y sentimos todos (creo), sobre todo si se tuvo una profesora de Filosofía tan exigente como la mía.

Las personas son sujetos subsistentes, distintos, capaces de auto conocerse como originantes de sus propios actos, capaces de trascender los límites de la materia y de superar los condicionamientos y que al mismo tiempo poseen la capacidad de abrirse al mundo y a los otros, lo que les permite ser dueños del sentido y de la realización de su propia vida, sin importar su raza, sexo, edad, limitaciones físicas, psíquicas, económicas, etc.

Cada persona es un misterio: podemos conocer algo de ella, pero nunca todo. Es como un "pequeño reino insondable y autónomo", que posee derechos naturales, conciencia y libertad.

Pero, ¿existen personas mas o menos importantes que otras?. Es un error creer que si, así como también puede llegar a ser un traspié el hecho de estar cuestionando algo que no requiere demasiada atención como este planteo.

De todas formas, en esta época en donde se mata por las diferencias o se juzga a quienes piensan o actúan de otra manera, nunca está de más recaer en el valor de la igualdad, por más que se trate de una salita con alfombra roja y cómodas sillas para cierta clase de gente.

No es más que otro ejemplo de lo superficiales y erróneos que son algunos conceptos. Me cuesta creer que es algo casual, algo carente de mensaje, algo que surgió a la deriva o por la necesidad de una urgente definición. Menos mal que la ingenuidad se desvanece con el andar de los años, aunque honestamente creo que la ceguera generalizada va en aumento.

Al fin y al cabo, todos tenemos algún ranking de lo que significan las personas importantes en la vida de cada uno. ¿Pero qué sucede con las bayas de cordones dorados que reiteran una y otra vez la inminencia del límite donde habitan esponjosos asientos que nos separan unos de otros?. Indudablemente, la sociedad también tiene su propia categorización pero hay que preguntarse sobre los lazos que la definen.

Estos espacios donde reina la comodidad son los que resguardan, defienden y promueven la intimidad de las personas que los frecuentan. Esto nos abre el panorama hacia dos direcciones. Por un lado nos conduce hacia una legítima necesidad de protección o de seguridad frente al acoso que muchas veces se transforma en una clara falta de respeto, y por otro, nos demuestra que en muchos casos la separación es innecesaria.

Diariamente podemos encontrarnos con casos en donde se atenta directamente contra la libertad del prójimo. Tal vez esto no sucedería si se tuviera la noción de que el derecho propio es tan importante como el ajeno, pero en el caso de que la exclusividad de estos espacios esté destinada a personas que se creen o aparentan ser más importantes que otras, entonces nos encontramos nuevamente con un caso que nos obliga a replantear tanto la base de nuestros hábitos como la de nuestros valores.

En algunos países del primer mundo, el mismísimo primer mandatario puede convivir sin problemas en un gran salón o auditorio sin recurrir al salón VIP, rodeándose de un gran número de personas. Claro que en ese caso todas las personas deben atravesar un severo control de seguridad, sobre todo si consideramos los sucesos trascendentales que araron hondo en la historia contemporánea.

Pero la otra óptica del asunto consiste en analizar la trascendencia de la apariencia, cosa que tanto gusta y atrae por estos lados. Si bien esta concepción corresponde a otra arista del tema, no deja de ser parte del folklore popular, donde aparentar, ostentar y sostener una actitud de poder, describe nuestra cultura.

Todo se visualiza desde lo propio, desde una errada comprensión natural que lo ve todo como si le correspondiera, como si la empatía y los derechos ajenos no existiesen y lo público fuera una obligación obvia que permite sostener atribuciones erradas. Del mismo modo, quienes frecuentan los espacios VIP con aires de superioridad, también comprueban la falta de ubicación frente al resto de las personas. Es como que la sociedad está sedienta de brújulas que expliquen los espacios y las actitudes en un marco en donde todas las personas somos igual de importantes.

Si bien existe un importante recorrido histórico capaz de ampliar las razones por las cuales suceden algunos hechos y se desarrollan estos espacios, no es momento ahora de abordar las causas de algunas determinaciones, sobre todo teniendo en cuenta que cada uno actúa a su manera frente a los otros.

Por ello, simplemente me tomo el trabajo de reiterar la necesidad de poseer íntimos recintos que aseguren la estadía de las personas que pudieran correr un potencial riesgo. Lo que cuestiono, como ya mencioné anteriormente, es la etiqueta de ese espacio, de ese nombre otorgado, quien sabe cuándo y por quién. Es por ello que mi propuesta está centrada en las siglas PR (privacidad requerida), simplemente para no dar lugar a malos entendidos…