lunes, noviembre 10, 2008

Dueños y señores de la mañana dominguera



No son muchos los que levantan temprano un domingo a caminar las veredas. De hecho, yo lo he hecho sólo hoy, cuando a las siete de la mañana sonó el despertador y tuve que dar batalla al remoloneo dominguero habitual para ir a trabajar.

Salí a la calle y me crucé con un gato, mejor dicho una gata, porque era tricolor. Caminaba lento y con estilo. Su andar era despreocupado y su talante disipaba exitosamente su falta de belleza.

Luego de cinco cuadras, me crucé con otro felino, totalmente negro, sentado al pie de un paraíso floreado. Justo en frente, un gato atigrado tomaba sol con los ojos cerrados.
Las mañanas de los domingos son de los gatos, pensé, porque esto no se ve de lunes a viernes.

Avancé con esta idea en la cabeza hasta que se volvió más concreta, tan real y palpable como el trío gatuno que vi a continuación. Un siamés lideraba el grupito. Caminaba por el medio de la vereda, con actitud de dueño y señor, seguido de dos gatos negros como la noche, que se escabullían sigilosamente del jardín de un vecino para seguirlo en alguna oculta hazaña.

De golpe noté que yo era el único ser humano ahí pero me sentí muy a gusto y muy bien acompañada. Comencé a observar un poco más allá, y divisé gatos observándome desde los balcones antiguos, patios ajazminados y autos lujosos de motores durmientes.

Las rejas de las casas de San Isidro eran atravesadas con cierto descaro por estos gatos, que entraban y salían caprichosamente y sin vergüenza. Los pájaros le dieron sonido al cuadro, la primavera aportó lo suyo con su mezcla de colores y perfumes, pero ya no tengo dudas, las mañanas tempraneras de los domingos le pertenecen a esos seres misteriosos de movimientos precisos y miradas penetrantes. Y pensar que hasta que apareció el gato que hoy vive conmigo gracias a su envidada persistencia, nunca me habían simpatizado demasiado…

domingo, noviembre 02, 2008

Circunstancias del embarazo II

Esta vez fue en el supermercado. Ya mi panza se deja ver bastante. No quedan dudas acerca de mi condición de futura mamá.
Encaro con el carrito lleno de cosas la cola de la caja que tiene en su cartel indicatorio el dibujito de la mujer panzona. Me paro atrás de todos. Una mujer me ve e insiste en que tengo que pasar adelante de todos. La cola era larga, y yo, que cada vez estoy más embarazada y más vergonzosa dudé acerca de mis futuras acciones. Miro a la cajera y me hace el gesto de que pase rodeando la cola y me imponga con mi panza, mi verguenza y mi carrito lleno de cosas.
Si bien muchos ni chistaron, sentí la mirada de otros clavada en mi nuca, en la panza, en mi verguenza y en mi carrito lleno de cosas. Eso si, nadie dijo ni mú, ni miau, ni guau, nada.
Salí rápido de la situación y ya aprendí mi lección para la próxima...
Esta semana voy al pago fácil y a pagar estampillado al banco, si alguien necesita hacer algún trámite, ya saben cómo contactarse conmigo...