Me encanta el vino en todas sus formas: tinto, blanco, rosado, espumante, bien frío, solo, con pizza, con queso, con postre, fuerte, dulce, joven, maduro, fresco…
Me gusta conocer sus raíces literales, los suelos donde nace, su proceso de elaboración y por supuesto, me gusta la poesía que lo rodea con todas sus mitologías y exageraciones.
Soy de las que lee las etiquetas en los restaurantes y supermercados y trata de imaginar qué inspiró (o cuánto tomó) la persona que escribió semejantes descripciones acerca de este producto.
La información que contienen las etiquetas de los vinos en algunos casos es tan subjetiva que cuesta creer que la escribió un enólogo (profesional técnico que trabaja en una bodega haciendo todo tipo de pruebas, decidiendo la fecha exacta de la vendimia y realizando los controles exhaustivos que van desde el suelo que contiene al viñedo hasta el producto embotellado que vemos en góndola)
También está el rol del sommelier, que a través de la degustación e investigación previa recomienda la combinación de ciertos vinos con determinadas comidas, de una manera ¨objetiva¨ (según Wikipedia) porque, a diferencia del enólogo, el sommelier no tiene relación directa con el productor. Esto se ajustaría más a lo que suele aparecer en las etiquetas, pero honestamente creo que un sommelier no se sienta a escribirlas, sobre todo porque no debe ser nada barato para un bodeguero contratar a un sommelier para que escriba un par de palabras que digan que un vino tiene cuerpo, que es de color rubí intenso y que tiene aroma a frutos rojos con detalles de higos maduros. Y en caso de contratar a un sommelier, seguramente el bodeguero exigirá que dicho profesional ponga el gancho en una esquina vistosa de la etiqueta haciéndose cargo de la descripción provista.
Algunas veces las etiquetas van más allá de las palabras convencionales, destacándose por su… a ver, cómo llamarlo, ¿creatividad? ¿delirio? ¿poesía?
¿Será el mismísimo bodeguero quien lo hace? ¿Será su hijo, algún poeta viñatero, un productor romántico o una diseñadora gráfica que se animó a más?
Sinceramente creo que cada establecimiento vitivinícola o cada departamento de marketing tendrá su secreto respecto a esto, e intuyo que en cada caso debe tratarse de una persona con rol diferente. Por eso he decidido, en este acto de caradurismo absoluto, postularme para el puesto.
¿Y Euphoria a qué se dedica? ¿Yo? Soy escribidora de etiquetas de vino. Me nutro del sonda y de sus temperaturas extremas, de los granizos y de la cordillera entera. Pinto con uvas, escribo colores, me hundo en la humedad de las barricas y doy un par de ricos sorbitos antes de sentarme debajo de un olivo para mirar el terruño de lejos, donde dejaré que me invadan las hojas de parra con todos sus hilos para ayudarme a engendrar las palabras más exclusivas.
A continuación les dejo uno de mis últimos descubrimientos en la soledad de las góndolas, esto no figura en la contraetiqueta, está en el frente, bien lejos de los códigos de barras:
¨PECADO¨
Torrontés 2008, Finca Quara, Valle de Cafayate.
Envidia, cosechado a más de 1800 metros de altura.
Lujuria, irresistiblemente tentador y provocador.
Pereza, descansado en barricas de roble.
Gula, para acompañar innumerables manjares.
Soberbia, el mejor torrontés del mundo.
Avaricia, para disfrutar solo.
Ira, hasta la última gota.
Me gusta conocer sus raíces literales, los suelos donde nace, su proceso de elaboración y por supuesto, me gusta la poesía que lo rodea con todas sus mitologías y exageraciones.
Soy de las que lee las etiquetas en los restaurantes y supermercados y trata de imaginar qué inspiró (o cuánto tomó) la persona que escribió semejantes descripciones acerca de este producto.
La información que contienen las etiquetas de los vinos en algunos casos es tan subjetiva que cuesta creer que la escribió un enólogo (profesional técnico que trabaja en una bodega haciendo todo tipo de pruebas, decidiendo la fecha exacta de la vendimia y realizando los controles exhaustivos que van desde el suelo que contiene al viñedo hasta el producto embotellado que vemos en góndola)
También está el rol del sommelier, que a través de la degustación e investigación previa recomienda la combinación de ciertos vinos con determinadas comidas, de una manera ¨objetiva¨ (según Wikipedia) porque, a diferencia del enólogo, el sommelier no tiene relación directa con el productor. Esto se ajustaría más a lo que suele aparecer en las etiquetas, pero honestamente creo que un sommelier no se sienta a escribirlas, sobre todo porque no debe ser nada barato para un bodeguero contratar a un sommelier para que escriba un par de palabras que digan que un vino tiene cuerpo, que es de color rubí intenso y que tiene aroma a frutos rojos con detalles de higos maduros. Y en caso de contratar a un sommelier, seguramente el bodeguero exigirá que dicho profesional ponga el gancho en una esquina vistosa de la etiqueta haciéndose cargo de la descripción provista.
Algunas veces las etiquetas van más allá de las palabras convencionales, destacándose por su… a ver, cómo llamarlo, ¿creatividad? ¿delirio? ¿poesía?
¿Será el mismísimo bodeguero quien lo hace? ¿Será su hijo, algún poeta viñatero, un productor romántico o una diseñadora gráfica que se animó a más?
Sinceramente creo que cada establecimiento vitivinícola o cada departamento de marketing tendrá su secreto respecto a esto, e intuyo que en cada caso debe tratarse de una persona con rol diferente. Por eso he decidido, en este acto de caradurismo absoluto, postularme para el puesto.
¿Y Euphoria a qué se dedica? ¿Yo? Soy escribidora de etiquetas de vino. Me nutro del sonda y de sus temperaturas extremas, de los granizos y de la cordillera entera. Pinto con uvas, escribo colores, me hundo en la humedad de las barricas y doy un par de ricos sorbitos antes de sentarme debajo de un olivo para mirar el terruño de lejos, donde dejaré que me invadan las hojas de parra con todos sus hilos para ayudarme a engendrar las palabras más exclusivas.
A continuación les dejo uno de mis últimos descubrimientos en la soledad de las góndolas, esto no figura en la contraetiqueta, está en el frente, bien lejos de los códigos de barras:
¨PECADO¨
Torrontés 2008, Finca Quara, Valle de Cafayate.
Envidia, cosechado a más de 1800 metros de altura.
Lujuria, irresistiblemente tentador y provocador.
Pereza, descansado en barricas de roble.
Gula, para acompañar innumerables manjares.
Soberbia, el mejor torrontés del mundo.
Avaricia, para disfrutar solo.
Ira, hasta la última gota.