Seguramente muchas mujeres creerán que soy sapo de otro pozo pero debo admitir que nunca disfruté del hecho de salir a comprar ropa. Casi todo lo que uso es regalado. Cuando entro a un vestidor y comienzo a hacer malabares con lo que llevo puesto, con todas esas perchas que intento colgar en ese diminuto gancho metálico, con los zapatos que cuesta sacarse y con la cartera que dejo en los últimos diez centímetros cuadrados libres del odioso cubículo, automáticamente me pregunto ”quién diablos me mandó a estar acá?”.
Cuando veo que nada me gusta y que el large no es un verdadero large sino un small apenas estirado, siento una importante incomodidad de decirle a la vendedora que no voy a llevar nada, porque para mi existe un compromiso, casi una obligación de compra con esa mujer que me observa y me asegura que todo me queda divino. Y de ese modo, seria y transpirada, salgo por la puerta vistiendo una nueva frustración recién estrenada y la presión de verme obligada a tener que entrar a otro negocio a encontrar lo que busco.
4 comentarios:
¿Y JJ qué opina sobre eso de salir de un negocio con la frustración recién estrenada y entrar al siguiente? Bah, si es que te acompaña. Confieso que yo no duraría mucho.
Noooo, jamás voy con JJ. Eso agregaría más stress a la situación.
jeje, claro que es un suplicio... y esos espejos son tramposos!!! sabías que en algunos lugares usan espejos con una reflexión especial que te hace ver más esbelta?
Y ni que decir si nada te gusta; efectivamente te sientes en deuda con la empleada que quizás espera una comisión por tu compra....
besos.
A mi me gusta ir a comprar ropa, pero cuando lo hago voy con la idea fija de lo que necesito y solo compro eso, no me gusta entrar a los negocios "para ver lo que hay"
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