Siempre me intrigó eso de los sectores VIP, esos espacios en donde solo se les permite la entrada a ciertas personas. La sigla VIP deriva del inglés; curiosa o causalmente; “Very Important People”, que significa ni más ni menos que "gente o personas muy importantes". Curioso, como todo aquello que se piensa más de cinco minutos.
Personas trascendentales, personas con poder, personas con plata, semidioses resplandecientes y despampanantes divas. Todos ellos son considerados importantes. Antes de generar cualquier duda, aclaro que no tengo nada en contra de separar el arribo de los famosos a un aeropuerto o en un restaurante a fines de que se sientan contenidos en un ámbito íntimo sin las invasiones molestas de los fans. Lo que aquí cuestiono es el calificativo de esos espacios.
Además, hoy más que nunca, hay ciertas personas que requieren un espacio seguro ya sea por el trabajo que ejercen, las ideas que defienden o los grupos que representan. Es fundamental que se resguarde y se respete tanto el propio bienestar como el del prójimo, pero no por eso debemos considerarlos “personas muy importantes”, seres intocables que legitiman la idea de que hay otras personas no tan importantes… ¿o será un simple mal entendido?.
PERSONA es una categoría en la que entramos todos los seres humanos, no hay diferencias, así lo estudiamos y sentimos todos (creo), sobre todo si se tuvo una profesora de Filosofía tan exigente como la mía.
Las personas son sujetos subsistentes, distintos, capaces de auto conocerse como originantes de sus propios actos, capaces de trascender los límites de la materia y de superar los condicionamientos y que al mismo tiempo poseen la capacidad de abrirse al mundo y a los otros, lo que les permite ser dueños del sentido y de la realización de su propia vida, sin importar su raza, sexo, edad, limitaciones físicas, psíquicas, económicas, etc.
Cada persona es un misterio: podemos conocer algo de ella, pero nunca todo. Es como un "pequeño reino insondable y autónomo", que posee derechos naturales, conciencia y libertad.
Pero, ¿existen personas mas o menos importantes que otras?. Es un error creer que si, así como también puede llegar a ser un traspié el hecho de estar cuestionando algo que no requiere demasiada atención como este planteo.
De todas formas, en esta época en donde se mata por las diferencias o se juzga a quienes piensan o actúan de otra manera, nunca está de más recaer en el valor de la igualdad, por más que se trate de una salita con alfombra roja y cómodas sillas para cierta clase de gente.
No es más que otro ejemplo de lo superficiales y erróneos que son algunos conceptos. Me cuesta creer que es algo casual, algo carente de mensaje, algo que surgió a la deriva o por la necesidad de una urgente definición. Menos mal que la ingenuidad se desvanece con el andar de los años, aunque honestamente creo que la ceguera generalizada va en aumento.
Al fin y al cabo, todos tenemos algún ranking de lo que significan las personas importantes en la vida de cada uno. ¿Pero qué sucede con las bayas de cordones dorados que reiteran una y otra vez la inminencia del límite donde habitan esponjosos asientos que nos separan unos de otros?. Indudablemente, la sociedad también tiene su propia categorización pero hay que preguntarse sobre los lazos que la definen.
Estos espacios donde reina la comodidad son los que resguardan, defienden y promueven la intimidad de las personas que los frecuentan. Esto nos abre el panorama hacia dos direcciones. Por un lado nos conduce hacia una legítima necesidad de protección o de seguridad frente al acoso que muchas veces se transforma en una clara falta de respeto, y por otro, nos demuestra que en muchos casos la separación es innecesaria.
Diariamente podemos encontrarnos con casos en donde se atenta directamente contra la libertad del prójimo. Tal vez esto no sucedería si se tuviera la noción de que el derecho propio es tan importante como el ajeno, pero en el caso de que la exclusividad de estos espacios esté destinada a personas que se creen o aparentan ser más importantes que otras, entonces nos encontramos nuevamente con un caso que nos obliga a replantear tanto la base de nuestros hábitos como la de nuestros valores.
En algunos países del primer mundo, el mismísimo primer mandatario puede convivir sin problemas en un gran salón o auditorio sin recurrir al salón VIP, rodeándose de un gran número de personas. Claro que en ese caso todas las personas deben atravesar un severo control de seguridad, sobre todo si consideramos los sucesos trascendentales que araron hondo en la historia contemporánea.
Pero la otra óptica del asunto consiste en analizar la trascendencia de la apariencia, cosa que tanto gusta y atrae por estos lados. Si bien esta concepción corresponde a otra arista del tema, no deja de ser parte del folklore popular, donde aparentar, ostentar y sostener una actitud de poder, describe nuestra cultura.
Todo se visualiza desde lo propio, desde una errada comprensión natural que lo ve todo como si le correspondiera, como si la empatía y los derechos ajenos no existiesen y lo público fuera una obligación obvia que permite sostener atribuciones erradas. Del mismo modo, quienes frecuentan los espacios VIP con aires de superioridad, también comprueban la falta de ubicación frente al resto de las personas. Es como que la sociedad está sedienta de brújulas que expliquen los espacios y las actitudes en un marco en donde todas las personas somos igual de importantes.
Si bien existe un importante recorrido histórico capaz de ampliar las razones por las cuales suceden algunos hechos y se desarrollan estos espacios, no es momento ahora de abordar las causas de algunas determinaciones, sobre todo teniendo en cuenta que cada uno actúa a su manera frente a los otros.
Por ello, simplemente me tomo el trabajo de reiterar la necesidad de poseer íntimos recintos que aseguren la estadía de las personas que pudieran correr un potencial riesgo. Lo que cuestiono, como ya mencioné anteriormente, es la etiqueta de ese espacio, de ese nombre otorgado, quien sabe cuándo y por quién. Es por ello que mi propuesta está centrada en las siglas PR (privacidad requerida), simplemente para no dar lugar a malos entendidos…
5 comentarios:
hummmm.....esta nota la leí en una revista..... puede ser?
Si!!! Es la misma nota que publiqué en LA PUERTA hace muchos meses atrás...
Ajá! Con que auto-afanándose!! jaja. No! muy bien, porque yo la nota no la había leído y el sitio de La Puerta no camina para ningún lado.
Sobre los VIP, se me ocurre verlo desde dos dimensiones: una en la cual la evidente segmentación del espacio social hace que los mundos privados exclusivos se conviertan en lugares preciados, buscados y envidiados; es un signo de distinción valorado socialmente. La otra dimensión es la que vos llamás PR, es decir la sensación de necesidad de protección ante la exposición pública.
Parecen ser caras de una misma moneda, si tomo distancia y valoro eso, me dará miedo que alguien (“el otro”) se acerque, me hable, me toque, me robe, me mate. En el mejor de los casos, que violente mi espacio social ganado honestamente. Me da miedo perder eso, me hace sentir inseguro no poder sostener esa distancia. Me distancio y convierto a mi par en un extraño, en un otro, a quien mejor tenerlo lejos.
Todo esto tiene que ver también, lógicamente, con los patrones de desigualdad social. La valoración de un espacio exclusivo está relacionado con el hecho de poner en claro, en distancia física, la distancia socio-económica. Debo dejar en claro que yo tengo más, que soy más, que la mayoría que no puede pagar este espacio. En sociedades más igualitarias este tipo de distancias no son tan necesarias, ni siquiera en su versión PR. Allí solo son valoradas por lo que pretenden provocar en el imaginario colectivo.
Ayer escuché una anécdota de nuestro querido Seinfeld, que suele ir a Islandia (una de las sociedades más igualitarias del planeta) bastante seguido. Estaba con un custodio, y fue a un boliche a cenar. No le quisieron servir porque la actitud de ir acompañado de un custodio ofendía a la gente del lugar.
Uh! La "cena" que se debe haber preparado Jerry después con tal anécdota!!! Tiene para 4 monólogos enteros con eso!!!
pues no se..... yo solo se que la p es de pennis.....
Publicar un comentario