miércoles, febrero 27, 2008

Yo, turista


Debo ser la única que mira detenidamente por la ventanilla mientras viaja al trabajo a bordo del 168 a la mañana, la que se sorprende por lo rápido que la manteca se convierte en punto pomada para cocinar algo de pastelería, la que se sonríe entre las góndolas de los supermercados observando los precios, la que le saca fotos a las casas marchitas rodeadas de jardines añosos, la que no usa paraguas en un día de lluvia, la que va a la clase de indoor cycling y siente que está en un sauna musicalizado, la que le habla a los empleados metidos en las casillitas del peaje de la autopista, la que prefiere quedarse en casa en lugar de ir a pasear al Tigre o al Shopping durante el fin de semana, la que no se acostumbra a las farmacias y autoservicios abiertos las 24 horas y la que a pesar de haberse arrutinado, todavía cree que es turista en (¿su?) ciudad.

6 comentarios:

MaxD dijo...

La ciudad tiene su belleza, sin duda, pero se disfruta más una soleada mañana de invierno o de temprana primavera que una soposa tarde de verano. No pierdas esa mirada curiosa ya que descubrirás muchas cosas, que la rutina no te arrutine la retina. Muchos porteños desdeñan de su ciudad sin siquiera conocerla un poco.

Euphoria dijo...

Estoy de acuerdo. Hay mucha poesía dando vueltas por las calles. En invierno afilaré las antenas (y las retinas) sin falta.

Anónimo dijo...

Es el calor.... eso jode.... sin calor (excesivo) es otra cosa... se vive distinto y creo que durante mucho tiempo vas a poder jugar a a ser una turista.

Chechu

Anónimo dijo...

Me gustó lo de saludar a las personitas dentro de la casilla del peaje. A veces me tiento porque me dan ganas de de comenzar una charla, o de pedirles una hamburguesa.
Esto último no podría hacerlo, por más que esté famélico.

Marcos dijo...

Buenos Aires es increíble. El problema es el trabajo.
A mí me encanta el microocentro con sus disquerías especialzadas y las librerías pero generalmente uno está allí por cuestiones de trabajo y se ve obligado a circular a velocidades que desafían a la física.
Esa velocidad de la rutina no aruina la retina pero es cierto que enceguece.
Lo bueno es que sí uno consigue plantar los pies, la ciudad sigue allí.

dulce dijo...

A eso se le llama disfrutar la vida.
Absorbe tu entorno, devóralo, degústalo, la vida es una sorpresa que muchos no sabemos encontrar.
Un beso.