
Es sabido que los bebés nacen con los reflejos ya conocidos y los sentidos que todos tenemos, aunque en su caso, algunos de ellos estén más desarrollados que otros, sobre todo al momento de nacer. Pero hay uno en especial que solo lo tienen ellos en exclusividad. Se trata de un sentido que se activa cuando duermen. Es una especie de radar con un olfato específico capaz de captar el momento justo cuando la madre termina de acomodarse sigilosamente en la cama para taparse hasta las narices, respirar hondo y cerrar los ojos para dormir una o varias horitas.
Justo allí es donde el crío parece captar mágicamente la presencia materna que se dispone a descansar y comienza a emitir los soniditos ya conocidos que representan el preludio del llanto que impone una demanda imposible de eludir.
Es allí donde la madre no puede describir lo que siente. En mi caso, el grito me contagia y lo primero que tengo ganas de hacer es sumarme al buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa que brota del moisés sin tregua, pero después de algunos segundos de mirar fijo el techo oscuro de la habitación, me surge la responsabilidad automática de alimentar al crío y calmar a esa pequeña termita soprano que me sorprende día a día con su poderosa voz y su inmensa ternura.
Justo allí es donde el crío parece captar mágicamente la presencia materna que se dispone a descansar y comienza a emitir los soniditos ya conocidos que representan el preludio del llanto que impone una demanda imposible de eludir.
Es allí donde la madre no puede describir lo que siente. En mi caso, el grito me contagia y lo primero que tengo ganas de hacer es sumarme al buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa que brota del moisés sin tregua, pero después de algunos segundos de mirar fijo el techo oscuro de la habitación, me surge la responsabilidad automática de alimentar al crío y calmar a esa pequeña termita soprano que me sorprende día a día con su poderosa voz y su inmensa ternura.